A propósito de una clase que tenía que dar hace poco, me encontré con uno de mis videos favoritos sobre moda. Se llama "How To Crash Paris Fashion Week" y es de Vice. Por si no quieren verlo, lo cuento brevemente: el presentador Oobah Butler se obsesiona con unas prendas de los mercados informales de Londres con el nombre "Giorgio Peviani" (que supuestamente imitan alguna marca de lujo) y se pone como desafío introducirlas en la Semana de la Moda de París. Lo que vemos a continuación es una sucesión de eventos exagerados y ridículos que Butler usa para colarse en shows y fiestas.
En este punto se desprende algo rápidamente: Butler es como un simulador, en el sentido más argentino de la palabra. Es un Emilio Ravenna fingiendo que es empleado del Ministerio de Educación o comandante del ejército, pero en este caso se dedica a entrar a espacios de la moda como si perteneciera, sin pedir permiso; aunque claramente habilitado por ser blanco y delgado, dos privilegios fundamentales en el universo fashion.
Claro que en la moda muchas cosas son simulación porque son pura performance. Eso quizás no es una novedad; por algo las teorías postestructuralistas dialogan tan bien con este campo. ¿Pero qué hay de eso en el diseño?
Una de las frases más conocidas de Los Simuladores es: "Conozco un grupo de personas que resuelven todo tipo de problemas. Problemas que nadie más puede resolver". ¿No es esa la definición más elemental que escuchan los diseñadores en formación en las aulas universitarias? Es, al menos, la que más se escuchaba cuando yo era alumna hace más de diez años.
Ya en 1978 Christopher Alexander escribía en Ensayo sobre la síntesis de la forma que en las culturas donde raramente se plantean nuevos problemas no existen en verdad diseñadores y, en oposición, los grupos en los que aparecen continuamente dilemas a resolver necesitan que los diseñadores los solucionen conscientemente.
Si hablamos de diseño y problemas es inevitable mencionar también a Richard Buchanan: su concepción de los wicked problems en el design thinking es útil tanto para el diseño objetual como para otras disciplinas. Esta mirada entiende a estos "problemas malditos" como incógnitas de difícil definición y aún más compleja resolución, que por lo tanto requieren una aproximación holística. Pero también aporta mucho su entendimiento del diseño como argumento, que nos permite pensar el hacer proyectual como un ejercicio retórico con tres partes: el ethos, el logos y el pathos. En este sentido dice:
"La retórica es un arte de moldear la sociedad, cambiar el curso de los individuos y comunidades, y establecer los patrones para nuevas acciones. Sin embargo, con el surgimiento de la tecnología durante el siglo XX, se ha descubierto el extraordinario poder de objetos hechos por el hombre para lograr algo muy similar".
¿Qué hay entonces en común entre la simulación y el diseño? Poco, en realidad, excepto la importancia de convencer, de apelar a un otro, de entenderlo como sujeto que necesita, desea e interviene entre el mundo y los objetos.
Hacia el final del video "How To Crash Paris Fashion Week", Butler visita al verdadero Giorgio Peviani y descubrimos que es un inmigrante de Zambia que hace más de 20 años fabrica ropa, vendiendo en un local anónimo y poco glamoroso. Encarna la veta más tangible del sistema de la indumentaria: prendas utilitarias vestidas en masa a buenos precios. Un diseñador con todas las letras, pero sin título.