Hay una película cuya primera escena es recordada por todo amante de la moda: The Devil Wears Prada arranca con un montaje emblemático que caracteriza a nuestra protagonista fácilmente por oposición. Vemos a diversas mujeres vistiéndose, maquillándose y comiendo el desayuno de una forma glamorosa, sexy, moderna, mientras que del otro lado tenemos a Andy, que come un bagel de cebolla y se pone manteca de cacao en lugar de labial Clinique.
Uno de los puntos fuertes de esta secuencia es la utilización de diversos zapatos como vehículo para mostrar a todas las mujeres trabajadoras de Elias Clark (la versión ficticia de Condé Nast). Más adelante en la película, Andy profundiza sobre esto: las llama the clackers porque sus stilettos hacen ruido contra el piso del lobby. Las clackers son divinas, pero también un poco descerebradas, como señala Andy, ya que veneran sin pensar demasiado a Miranda.
Los zapatos de taco han sido un punto de contingencia muy álgido en la vestimenta femenina. Durante décadas han sido símbolo de feminidad y elegancia, pero también de modernidad y (un poco de) superficialidad, como lo vemos en Carrie Bradshaw, claro arquetipo de mujer a la moda que usa tacos. Pero no todas las usuarias de estos zapatos eran periodistas encumbradas, sino que también eran oficinistas, vendedoras, secretarias y maestras.
Pero hoy en día, ¿puede ser que la mujer trabajadora ya no usa tacos? Sí, claro que su versión ficcionada sigue trepada a, al menos, cinco centímetros de altura, y que su contraparte famosa aún más. Para observar esto solo hay que ver la popularidad del zapato So Kate, que Zendaya usa constantemente en la alfombra roja. Los tacos no han desaparecido y no lo harán, pero sí parecen haber quedado de lado para la mujer de a pie... (no pun intended).
Algunos escritos apuntan a una cuestión más generacional. Por ejemplo, esta nota de Grazia señala la predilección de la Gen Z por las zapatillas, al mismo tiempo Lyst señala en los hottest products tres tipos de zapatillas diferentes (y ningún zapato de taco)
Los zapatos fueron muchas veces el foco de un giro en la historia de la indumentaria: fueron objeto de deseo y también espacio de ansiedades durante crisis y guerras. El sombrero zapato de Schiaparelli, las suelas rojas de Louboutin, en Argentina las plataformas de Dalila Puzzovio... y así mil ejemplos más.
De hecho, no siempre fueron predominio femenino... Su uso en Occidente data del siglo XVII, aunque se cree que esta tipología provenía del Oriente, donde el taco era vital para la caballería persa alrededor del siglo décimo. A partir de ahí, los zapatos altos durante el Barroco y el Rococó triunfaron en los pies masculinos: con hebillas, moños, joyas y muchas otras decoraciones. Pero luego de "la gran renuncia" del siglo XIX quedaron del lado femenino. Así, los hombres comenzaron a usar zapatos sin taco, aunque esto no significó que sus calzados fueran neutros ni que no tuvieran un significado cultural específico...
Uno de mis ejemplos favoritos es el caso de los spectators que eran usados por músicos y artistas, pero también por personajes como Al Capone, y por eso comenzaron a ser vistos como propios de los mafiosos. Este no es el único vínculo entre delito y zapatos; de hecho, pueden tener gran protagonismo dentro de la criminalística. En cualquier producto audiovisual de cine, desde CSI hasta la Pantera Rosa, los zapatos se vuelven pistas para descubrir el misterio. Son objetos que crean huella en el sentido más peirceano posible: son el índice de que hubo un delito, una prueba de causa-consecuencia, es una relación física y causal entre delito y escena del crimen: "Fulano estuvo aquí y generó esta huella específica".

De hecho, los estadounidenses quisieron aprovecharse de este fenómeno durante la guerra de Vietnam y fabricaron botas cuya suela imitaba la de las sandalias de los soldados del Viet Cong; aunque eran tan incómodas y complicadas de producir que tuvieron poco éxito.
El sonido de los tacos contra el mármol o la huella que deja una bota en el barro puede decirnos más de una persona que los materiales con los que está hecho el calzado. Cuando hablamos de zapatos, como todo objeto de diseño, su relación con el entorno y con los otros a veces dice más que sus condiciones materiales. Al fin y al cabo, todos los artefactos del vestir: accesorios, ornamentos, joyería, son un intermediario entre nosotros y el mundo en el que vivimos.